miércoles, 21 de enero de 2009

Rodrigo Avila debería renunciar



-Carlos H. Bruch Cornejo-
Colatino

Con ese mismo titular encabecé una columna de opinión hace unos años.

Fue la vez que el ahora candidato a presidente por el partido que sigue los ideales del mayor escuadronero, siendo jefe de la policía en su primer período, hacía evidente su incapacidad como funcionario. En un caso en el que agentes a su cargo presuntamente asesinaron de una golpiza brutal a un joven en los Planes de Renderos. El caso Vilanova.

Alias Atila, el hombre de armas, el ingeniero ofuscado, no pudo explicar lo que llevó a la muerte del joven en un terreno baldío y que fue visto por última vez con vida con unos agentes de la institución que él vehementemente dirigía. Las investigaciones judiciales y periodísticas apuntaron a la PNC y al entonces ministro de seguridad Hugo Barrera, quien al finalizar ese período de gobierno declarara que Ávila había sido deficiente como funcionario. 

Así como lo acaba de decir hace unos días.
Y lo que corresponde a cualquier jefe –ya no digamos de la institución que vela por la seguridad de la ciudadanía- cuando fracasa en su gestión, es dimitir.

Ahora también tendría que considerar esa medida. Puesto que en los meses de campaña no ha logrado desvirtuar ni mucho menos justificar sus fallas en el paso por puestos políticos y operativos de anteriores gobiernos areneros.

La del caso Vilanova es sólo una de sus fallas. Hubo más.

El caso Merino. Cuando el diputado y vicepresidente de la asamblea estando ebrio arremetió a bala contra una mujer policía que cumplía con su labor.

Lo que debía hacer la Asamblea Legislativa era despojar al pistolero borrachín (capturado en flagrancia) del fuero de inmunidad y ser entregado a manos de la justicia regular. El voto decisivo era del entonces diputado Ávila. Quien con sus ínfulas de siempre había manifestado estar en contra de la acción del ex presidente beodo y pendenciero. Pero resultó ser sólo eso, un «show» más, una soltura de boca como las que son típicas en el ex defensa civil  patriótico -también pistolero- que ahora aspira al puesto de gobernante. El día de la votación, el candidato brilló por su ausencia.

Cuando se investigó dónde estaba, resultó que se había marchado del país a un congreso de esos de fantasía que supuestamente se desarrollaba en Suecia, o Dinamarca, o Guatemala. Da lo mismo. Lo relevante y vergonzante es que no estuvo, huyó, y no hizo lo que tanto había vociferado vendiéndose como un padre de la Patria decente. (Con el tiempo nos reímos, ya que asimismo se autopublicitaban Gerardo Suvillaga y el cuestionado ahora presidente del TSE Walter Araujo. Trío dinámico desde esa época!)

 Y como ya sabemos, la historia del pistolero se solucionó de la manera habitual en la derecha deteriorada que todo lo transa: se negoció con la mujer herida, al Procurador se le ordenó asumir demencia, se mandó a callar a los medios (nada nuevo) y el borracho continuó haciendo de las suyas en la Asamblea sin haber pagado por su delito.

 A ese bochornoso prontuario se le suma el hecho de que Ávila confesó públicamente haber matado. ¿Bajo qué circunstancias? Estará en su conciencia. Pero siendo un férreo seguidor del fundador de los escuadrones de la muerte, alguna idea nos podemos formar.

¿Con ese pasado dice que nos quiere gobernar? Su incapacidad no se basa solamente en la falta de conocimientos, de carisma y experiencia, sino en su inexistente ética y moral. Basta con ver lo que fuera su último período como jefe de la policía. La delincuencia aumentó a los peores niveles al igual que las muertes violentas. Asimismo, los robos, violaciones, extorsiones a toda escala y más. El Salvador se le fue de sus manos como se le ha ido su campaña de exageraciones y miedo. Supongo que porque era otra de las órdenes como las que él me dijo en una ocasión debía seguir a pie juntilla de los mandamases de su partido.

Ya lo sabemos, la industria del miedo ha sido la única gestión de éxito y autobeneficio para los «empresarios» de esa derecha que ahora, a Dios Gracias, va para afuera.

Si Ávila llega al día de las elecciones con el oscuro panorama que ha llevado desde que cometió el error de aceptar la candidatura, capaz que una vez vencido en las urnas quiera aferrarse a esa fantasía que sólo sus correligionarios le han hecho creer. A como dé lugar y con las técnicas heredadas y practicadas de ese instituto de poco provecho para el país. Todo, para seguir manejando nuestro país como a una mafia.

Y eso es peligroso si lo que anhelamos los salvadoreños es la conquista de la verdadera paz y la justicia para todos.

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